23 Abr TURISTAS vs AUTÓCTONOS Y EL ARTE DE CONVIVIR
El “dedo prensor” nos capacitó para el manejo versátil de herramientas, ¿no vamos a ser capaces de recoger la mierda que dejamos en las playas?
Texto Víctor Gallego
El humor y la sátira, que tanto están en entredicho a día de hoy en España, siempre fueron un sello de identidad en el que los del norte se reían de los del sur, los del este de los del oeste y todos y cada uno de ellos sabían encajar tanto los golpes brutos de una flamenca como el taconeo de un vasco, sin olvidarnos de la extraña pareja que formarían un gallego y un catalán, que dicho así, ya apunta a chiste.
Cada vez se tiene la piel más fina y ya no se encajan los golpes como antes, parece que pasamos del Landismo al Almodovarismo sin términos grises por el medio, sin saber que entre ambas existió un Airbag.
Hoy aquí, en clave de humor se critica a todos esos bichos raros que todos nos encontramos en las playas en alguna ocasión. No todos los turistas responden a estas definiciones, en las que nuestros mejores amigos se convierten en los más cívicos y el propio ser humano se convierte en nuestro peor enemigo, ni todos los autóctonos en mitos de la caverna que más allá de su fuego no saben coexistir.
Los turistas son una fuente de ingreso y riqueza de los pueblos de los que sus gentes se sienten orgullosas. Así que, no es la intención que nadie se sienta ofendido tras estas líneas, que de ser el caso, si lo hace será porque se encuentra en alguna de las definiciones que se muestran, lo cual no sería motivo de orgullo o satisfacción.
Pasa la Semana Santa y se acerca el verano. En esa calma que precede a la tormenta, dos especies se preparan para el choque de trenes que se va a presenciar en las costas españolas durante los meses de junio a septiembre. Un momento en el que, si no aprendemos a convivir y a reírnos de los defectos de unos y de otros, el verano en lugar de convertirse en ese momento que todo el mundo espera, se puede llegar a convertir en uno en el que todo se desespera.
¡!El verano ya está aquí… el verano ya llegó!!, como rezaba una canción de esas que suenan en el transistor tras la barra de algún chiringuito. Como siempre, los primeros problemas que surgen son a los que se enfrentan “los autóctonos”. Éstos ven como de forma masiva sus rincones secretos y tranquilos son dominados a base de griterío, de basura y de coches, antiguamente con matrícula de Madrid, por esta nueva especie que solo se reproduce en épocas de climatología favorable y lluvias escasas.
“El turista”, un animal de ciudad o urbanita, algo bobalicón y que en plena época de reproducción vacacional olvida su carácter social y se convierte en el voraz y nocivo animal que todos conocemos. Su piel se torna en un rojo camarón, sus carros de combate están preparados para arramblar dunas o espacios protegidos, y su descendencia se convierte en pequeñas avanzadillas que marcan el territorio entre basura y defecaciones.
“El autóctono”, un animal desconfiado, huraño y algo “listillo”. Un ser que, en ocasiones por las noches, se le conoce por acechar a las mozas que vienen de las ciudades, solo con afán reproductivo. Animal de costumbres y al que le cuesta compartir los espacios en los que dilapida el tiempo el resto del año, añorando los momentos pasados en los que podían salir a cortejar. Una especie protectora y que, en función de la zona geográfica en la que los encuentres, utilizarán sus enbaucamientos y cantos de sirena, de manera que todo parezca más bonito que en la postal que se compra en el chiringuito de la playa.
La consecuencia, “los autóctonos” ven como tras meses cuidando, respetando y disfrutando de las playas con sus perros, atónitos, observan como de repente esos derechos les son arrebatados en pro de un animal mucho más beligerante, sucio y dañino, el turista de playa o el empresario de chiringuito, dos especies autodestructivas e invasoras.
Pero la consecuencia de la consecuencia, puestos de trabajo, ingresos, familias que vuelven a llegar a fin de mes y el orgullo de sentirte reafirmado escuchando lo bonito que es tu pueblo, tu playa, etc, etc… El sector turismo suele dejar las arcas llenas de muchos de los autóctonos y los bolsillos vacíos de esos turistas que vienen a conocer esas maravillas que a veces con tanto recelo guardan los locales de la zona.
Una manera de retroalimentarse y que desde el respeto puede llegar a ser esa palabra que esta tan de moda, “turismo sostenible”. Algo que a lo mejor en la época de las suecas era una quimera, pero que en pleno siglo veintiuno no puede serlo. El ser humano ha llegado a la luna (o eso dice) somos capaces de saber lo que ocurre al momento en el extremo norte del país más meridional de la tierra, las cartas son cosa del pasado y con un simple texto sabemos que le pasa a nuestro amigo en Nueva Zelanda, y ¿¿no vamos a ser capaces de recoger la mierda que dejamos en las playas??
Sería absurdo que tras tantos años de evolución no fuésemos capaces de hacer una tarea tan sencilla. La modificación del dedo pulgar fue una de las palancas de la evolución, el “dedo prensor”, que nos capacitó para el manejo versátil de herramientas, y como tal, sirve para agarrar una bolsa de basura, así que, si todos se respetan entre sí, si unos saben recibir, ¿porque no iban a saber los otros dar? Una sencilla ley de lógica… respetémonos si queremos ser respetados.
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