30 May EL “REFLEJO DE INMERSIÓN” EN LOS HUMANOS
Hace un tiempo os hablamos de una tribu que habita en Indonesia, los bajau, también llamados “nómadas del mar”. Unos seres humanos que a lo largo de miles de años han desarrollado asombrosas capacidades para sumergirse bajo el agua.
Cuando los humanos aguantamos la respiración y sumergimos la cara bajo el agua, nuestro cuerpo automáticamente activa lo de se conoce como reflejo de inmersión. Los bajau tienen esta técnica muy desarrollada. ¿Sabías que lo podemos usar como una técnica de relajación?
¡Conoce lo que es y en qué nos beneficia!
Menos desarrollado que en los mamíferos acuáticos
Cuando metemos nuestra cara debajo del agua, el ritmo cardíaco se ralentiza, los vasos sanguíneos se estrechan y el bazo también se contrae; dichas reacciones nos ayudan a ahorrar energía cuando el nivel de oxígeno es bajo.
Todos los seres humanos poseemos el llamado reflejo de inmersión. Puede que te suene a chino, pero este increíble reflejo puede ayudarnos a calmarnos en situaciones de estrés.
El reflejo de inmersión mamífero o reflejo de inmersión, es un reflejo que poseemos todos los mamíferos, vestigio de las habilidades que nos conectan con un antepasado común del entorno acuático. Una fascinante serie de adaptaciones que el cuerpo ha desarrollado para ayudar a sostener la respiración, optimizar la distribución de oxígeno y tolerar la presión.
Esta habilidad extraordinaria está muy desarrollada en los mamíferos acuáticos como las focas, las nutrias, los delfines,las ballenas… Pero, nosotros, los humanos, tenemos esta habilidad mucho menos desarrollada.
¿Cómo se produce?
Cuando nuestra cara entra en contacto con agua fría (menos de 21°C) este reflejo se activa produciendo una serie de efectos en nuestro organismo.
Lo curioso, es que este reflejo no funciona con otras partes del cuerpo, si metemos los pies o las manos en agua fría, el reflejo de inmersión mamífero no será activado. Además, el reflejo de inmersión es mucho más fuerte en personas jóvenes.
Cuando la cara está sumergida, los receptores que son sensibles al frío dentro de la cavidad nasal y otras células de la cara, transmiten información al cerebro. En cierto modo, le dicen que “estamos debajo del agua”. A su vez, el cerebro envía señales al cuerpo, lo que hace que fluya menos sangre en los brazos y en las piernas, por lo que estos utilizan menos oxígeno. La sangre se extrae de los miembros y de todos los órganos excepto el corazón y el cerebro, creando un circuito de corazón-cerebro y permitir a los mamíferos para conservar el oxígeno.
La frecuencia cardíaca también disminuye. Usar menos oxígeno, significa que el aire de los pulmones dura más, lo que nos permite mantener la respiración más tiempo.
Una opción para calmarnos
Has escuchado bien, este reflejo que los humanos tenemos incorporado, puede servirnos para calmar nuestra ansiedad y estrés.
Sumergirse en el agua y aguantar la respiración hace que varios receptores de la cara se activen. La información se transmite al cerebro. De inmediato, las vías aéreas se cierran, nuestra frecuencia cardíaca disminuye y con todo, nuestro cuerpo se relaja de forma inconsciente.
Tras años de entrenamiento, este reflejo automático de inmersión ayuda a los apneistas de élite, pero no impedirá que un ser humano normal se ahogue si se queda sin aire. Es algo que, como todo, requiere entrenamiento. Una habilidad que nuestros antepasados nos han dejado. Un auténtico regalo.
En definitiva, gracias al reflejo de inmersión mamífero nos es posible alcanzar mayores profundidades y lograr tiempos de apnea más largos.
Foto de portada: topbuceo.net
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