01 Ene LA BIODIVERSIDAD MARINA EN PELIGRO POR LA FALTA DE OXÍGENO
Mares y océanos se enfrentan a diario a la sobrepesca, a vertidos y derrames, a la acumulación de basura y microplásticos e incluso a su propio calentamiento. Están colapsando y, lejos de ser una amenaza, los efectos ya se hacen patentes. Uno de los cambios más drásticos que están produciendo es la pérdida de oxígeno, con consecuencias letales para todo el ecosistema marino.
El pulmón del planeta es azul
Popularmente se cree que los grandes bosques y praderas jóvenes de tierra firme son los mayores productores de oxígeno, la realidad es que lo son los océanos. El fitoplancton produce entre el 50 y el 85% del oxígeno que se libera cada año a la atmósfera y que hace posible la vida en la Tierra.
Ahora bien, no sólo nosotros dependemos de él para respirar, también gran parte de las especies marinas precisan respirar oxígeno.
La importancia de mantener niveles adecuados de oxígeno en el océano se resume en el lema de la American Lung Association: “si no puedes respirar, nada más importa”, pero lo cierto es que el contenido global de oxígeno del océano ha disminuido aproximadamente entre el 1 y el 2% desde mediados del siglo XX. Unas cifras que vistas así no resultan excesivas pero que suponen un aumento de hasta 700 lugares en el mundo afectados con bajas concentraciones de oxígeno, en comparación con los 45 que había en 1960 y un incremento del 400% del volumen de aguas completamente agotadas de oxígeno. En palabras de John Baxter, experto en Áreas Protegidas de la IUCN:
“Más allá de los daños provocados por acciones humanas como la sobrepesca, la contaminación, la destrucción de hábitats o los plásticos, no existe una variable ambiental de tal importancia ecológica para los ecosistemas marinos que haya cambiado tan drásticamente en tan poco tiempo”.
La vida en los océanos gira en torno al oxígeno
Desde hace algunas décadas sabemos que existen zonas sin oxígeno en el mar, conocidas como deadzones o áreas muertas por no ser capaces de sostener vida marina.
Los efectos de este fenómeno ya se han hecho notar en nuestras costas. Hace unos meses, ya os informabamos de sus consecuencias en el Mar Menor. Miles de peces muertos aparecían muertos en una de las joyas naturales del litoral español.
La desoxigenación amenaza el equilibrio de la vida marina, favoreciendo especies más aptas a las condiciones de bajo oxígeno como las medusas y calamares, a expensas de otras más sensibles como los peces, especialmente aquellos de mayor tamaño que demandan más energía como tiburones, atunes o peces espada. Las consecuencias de su desaparición trascienden a su propia supervivencia. Recordemos que los tiburones, por ejemplo, son considerados los glóbulos blancos del mar y responsables del sistema inmunológico de los océanos. Al alimentarse de presas débiles y enfermas y mantener a raya a los depredadores medios, mantienen el ecosistema marino en condiciones óptimas.
La pérdida de oxígeno de los océanos provoca la mortalidad de especies, pero también aumenta la posibilidad de que contraigan enfermedades, de que disminuya su tasa de reproducción o que se estanque su crecimiento. Puede hacer que sus rutas migratorias se vean alteradas o bloqueadas y que tengan que salir de los hábitats preferidos, contribuyendo al desequilibrio de ecosistemas en cadena.
¿Qué podemos hacer?
Existen dos causas fundamentales para la desoxigenación de los océanos. La primera, el cambio climático. La mayor parte del exceso de calor retenido por la Tierra está siendo absorbido por los océanos, lo que altera la difusión del oxígeno de la superficie a las profundidades.
En segundo lugar, la eutrofización, un proceso derivado de los vertidos que liberamos al mar. Ciudades, zonas industriales y depuradoras vierten aguas residuales sin tratamiento al medio. Asimismo, productos químicos empleados en la agricultura se transfieren a aguas subterráneas y ríos hasta llegar al mar. Estas aguas cargadas de nutrientes actúan como fertilizantes y permiten proliferar desproporcionalmente a diversos organismos, como las algas, para cuya descomposición se agotan las reservas de oxígeno del agua.
Se prevé que el océano en su conjunto pierda entre el 3 y el 4% de su inventario de oxígeno para el año 2100 en un escenario de “normalidad” y que la mayor parte de esta pérdida se concentre en los 1000 m superiores de la columna de agua, que es donde la abundancia y riqueza de especies es mayor.
Para reducir esta situación y tratar de revertirla, es necesario realizar un esfuerzo drástico de mitigación del cambio climático, principalmente mediante reducciones urgentes, radicales y de gran magnitud de las emisiones de gases de efecto invernadero debido a las actividades humanas. Además, debemos hacer mejores usos de los recursos hidráulicos, protegiendo los acuíferos, reduciendo el consumo de productos que provoquen este tipo de contaminación y gestionando de forma adecuada las aguas residuales.
Es un motivo más por el que llevar una vida sostenible y consciente, sabiendo que todos nuestros actos, grandes y pequeños, tienen repercusiones relevantes en el medio ambiente. Reducir nuestra huella de carbono o favorecer el consumo de productos procedentes de agricultura ecológica está en nuestras manos. ¿Te sumas?
Foto de portada: Lance Anderson en Unsplash
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