21 Dic Entrevista con Anne-Flore Marxer
Entrevistamos a Anne-Flore Marxer
En la pasada edición del International Freeride Film Festival tuve la gran suerte de conocer a Anne-Flore Marxer , su visión del snowboard y la vida. A continuación os dejo sus maravillosas palabras.
-Cuéntanos, ¿quién es Anne-Flore?
Hola, me llamo Anne-Flore, hace más de 15 años que empecé a hacer snowboard; he tenido la suerte de viajar por todo el mundo, descubrir las montañas más bonitas y estaciones más increíbles.
-¿Por qué empezaste a hacer snowboard?
Con un año, mi madre me puso los esquís; en mi familia son esquiadores y han competido en esta modalidad, era lógico que creciera en la montaña, me encanta el ambiente en el que me he criado y en la adolescencia, por ese espíritu de rebeldía, de libertad, empecé a hacer snowboard y backcontry con mi familia
-Cuéntanos un poco tu trayectoria.
A causa de que hubo dos temporadas de poca nieve, decidí empezar con el freestyle; eso me dio la oportunidad de progresar en esta modalidad consiguiendo saltar en grandes kickers, grabar, hacer fotos y me entró la curiosidad de ver lo que pasaba fuera de Europa. Me fui a los Estados Unidos, participé en los X Games y justo fue cuando empezaron a salir los primeros vídeos de chicas, dándome la oportunidad de viajar a Japón, Rusia… introduciendo mi freestyle en el backcountry y poco a poco coger la experiencia necesaria en la montaña para fijarme en terrenos más altos, con más pendiente, lo que conocemos como freeride.
Me entraron ganas de volver a Europa, fue en la temporada 2011-2012 y me metí dentro del FWT ganando el circuito ese mismo año.
-Tenemos entendido que vuelves a competir en el FWT. ¿Por qué?
(Risas) Sí, después de ganar el FWT, me dediqué a viajar, la Patagonia, Groenlandia… se me abrió el espíritu aventurero y transcurrido este tiempo me han vuelto las ganas de plantearme de nuevo este reto. Me gustó la experiencia de viajar con el mismo grupo de personas durante toda la temporada.
-Actualmente, ¿qué es lo que estás haciendo o has hecho recientemente?
He empezado la temporada en California porque aquí no había nieve; justo he vuelto en la víspera del festival.
-Háblanos de las mujeres en el sector del snowboard.
Hace diez años, era difícil ser mujer, pero esto fue cambiando un poco. Se empezaron a hacer vídeos de chicas, viajamos, conseguimos tener el mismo prize-money en freestyle y hemos tenido acceso a competiciones que antes eran impensables, como el European Open y sin embargo, a día de hoy, tengo la sensación de que estamos yendo hacia atrás; hay menos oportunidades para las mujeres, no para que compitan, eso sí, me refiero a las ayudas de los sponsors. A día de hoy las marcas se lavan las manos, se alejan y es un problema porque el 40% de los practicantes somos mujeres, también movemos la industria y nos necesitan para seducir a las nuevas generaciones para que sigan subiendo a las montañas y se sientan bienvenidas, que sigan ripando; cuando vemos películas increíbles que te hacen soñar y no vemos a ninguna chica, no sé si te dan ganas de continuar en un universo tan masculino.
Yo he tenido suerte de haber hecho vídeos profesionales con por ejemplo Standard Films… que me dieron la posibilidad de viajar y ahora a nivel financiero no me lo puedo permitir y si yo no puedo, las chicas con menor reputación seguro que tampoco y es un problema real; somos tan pocas… Siempre hemos sido pocas, pero ahora en Europa habrá unas tres chicas que viven del snowboard, es un desastre para la supervivencia y la salud del deporte y para mí es muy importante.
Siempre he luchado mucho por las mujeres, para que tengan acceso a la industria, pero hoy en día, ya no sé que más puedo hacer. Con resultados, imágenes bonitas, yendo más allá de mis límites a nivel deportivo, mucha repercusión mediática y sin embargo las marcas siguen sin apoyarnos y si es cuestión de tener una sonrisa bonita o estar en un catálogo para vender camisetas, al final el deporte morirá.
-Sabemos que te gusta el surf. Háblanos de tu faceta surfera (risas)
A raíz de hacer dobles temporadas durante años del hemisferio norte al sur, llegó un momento en el que perdí las ganas de hacer snowboard y necesitaba descansar un tiempo, mi cabeza necesitaba un nuevo reto. Aparte, quería volver a mis raíces, estarme quieta un tiempo y dejar la mochila.
Decidí empezar a surfear y fue increíble. Tuve problemas al empezar, no me salía,y entonces me puse a saco con ello; lo que más me ha llenado, ha sido que he vuelto a descubrir nuevas sensaciones, ver el beneficio mental del deporte porque al principio con el snowboard evolucionas de una forma muy rápida y con el surf no es así; y cuando ves que evolucionas es una sensación increíble, te da seguridad y confianza en ti misma.
En la vida es difícil que en el día a día alguien te diga que lo estás haciendo bien, en el deporte tú lo sabes, no hace falta que te lo digan; cuando surfeas tu primera ola, cuando haces tu primer pato… sabes que has logrado algo y eso lo había perdido. A nivel de competición las expectativas son muy altas, te exiges mucho a ti mismo y cuando empiezas con algo nuevo, cada paso adelante es una satisfacción, además, después de estar surfeando todo el verano, tenía ganas de volver a la montaña, me da muchísima energía y luego lo transmito en mi snowboard, voy a saco.
Antes sólo hacía snowboard y cuando se acercaba la temporada y no nevaba, me preocupaba, tenía ganas de darlo todo y con las primeras nevadas, en ocasiones, eran tan grandes las ganas de ir a tope que terminaba haciéndome daño porque las condiciones no lo permitían. Ahora, si no hay nieve estoy surfeando, haciendo yoga… y cuando hay buenas condiciones y llego a la montaña estoy motivadísima; para mí es el equilibrio y el mar me ha abierto otra forma de ver y sentir la naturaleza, estar en espacios abiertos, ver el horizonte.
Además, a nivel deportivo me ha ayudado mucho a llegar a ser una deportista completa. Antes tenía las piernas muy fuertes y ahora, tras trabajar el tronco superior con el surf, me siento más completa en este sentido; aparte, el agua es más suave, hace menos daño al caerte… El surf es increíble y la montaña también, son mis dos pasiones.
-Para finalizar, háblanos de tu viaje a Groenlandia.
Estoy acostumbrada a ser una persona que presenta las películas en los festivales, y como miembro del jurado del festival me ha gustado estar al otro lado, ver las películas desde fuera; de otros, porque sé el trabajo que conlleva, me ha hecho viajar en mi mente y las he observado con mucho amor y admiración; me he dado cuenta de que sólo con verlas, te hace vivirlas y en el último viaje que hice, así fuimos a Groenlandia, en barco, en velero, navegamos por los fiordos a través de los icebergs y fue maravilloso.
Mirábamos las líneas con binoculares, todo lo hacíamos con splitboardy sobre la marcha. Nos parábamos donde veíamos alguna línea con buena pinta y hacíamos una cima al día. A medida que ibas subiendo hacia el pico, las vistas eran más impresionantes, cómo las montañas se fusionaban con el mar cuando estábamos en altitud y al chocar los icebergs, los oías a kilómetros, es como si pusieras la oreja dentro de un vaso de agua con gas.
Los Inuit viven en pueblos súper pequeños y están totalmente aislados del mundo. Todo está congelado, las montañas, el mar… Pasan la mayoría del año a oscuras con temperaturas glaciales y si no cazan, no comen. Para mí fue un tipo de realidad que nunca había visto ni sabía que existía.
Un día nos encontramos un barco con una ballena que habían pescado y conocimos a unos de sus tripulantes. Un chico Inuit de 17 años, estaba muy contento de llegar a puerto después de 3 meses en la mar y orgullosísimo de haber hecho esa captura. Me enseñó la ballena, la probamos, dimos una vuelta por el barco… era totalmente rústico y estaba oxidado. Me contó que dormía en el suelo a -35 grados y venía a la capital (Nuuk) a venderla en el mercado. Al rato lo vi llegar del otro lado de la plaza del mercado, venía de la tienda, contentísimo… me enseñó lo que llevaba en una bolsa, en el interior había 20 tabletas de ¡chocolate! (risas).
Nos reímos pero luego piensas, ha cambiado a la pobre ballena por ¡chocolate!, es un poco triste, pero para un pueblito perdido en Groenlandia que pasa frío todo el año, llevar chocolate a su gente es algo mágico, es un lujo; me di cuenta hasta que punto estamos acostumbrados a tenerlo todo, agua corriente, ducha caliente, cada día con nuestra tableta de chocolate… es tanto para según quién… Una tableta de chocolate cuesta 12€ y nuestro punto de vista y valor por las cosas es tan…
Cuando viajo y veo las distintas realidades en las que vivimos, abro los ojos y me doy cuenta de la suerte que tengo, aprendo a apreciar los buenos y malos momentos y la belleza de todo lo que nos rodea. Fue un viaje maravilloso.
David Gimeno A / @DavidGimenoA
Elena González de Murillo (Traducción simultánea, intérprete)
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