20 Ago LA REMOTA ISLA DE CHILE QUE NOS DIO UNA GRAN LECCIÓN
La búsqueda de olas nos lleva a lugares que muchas veces ni imaginamos. El surf nos hace viajar y conocer otras culturas, otras personas, otros medios…
A este grupo de surfistas, el surf les ha llevado a encontrar una pequeña comunidad en una remota y aislada isla, que vive y conserva el tesoro más preciado: la naturaleza.
Explorando entre gigantes, los surfistas Kohl Christensen, Ramón Navarro, Patricio Mekis y Léa Brassy encontraron tesoros más grandes de lo que esperaban: un pueblo de pescadores que hace grandes cambios.
Proteger lo realmente valioso
En Selkirk, una isla en el archipielago de Juan Fernandez, vive un ejemplo de comunidad que a través de sus prácticas sustentables han generado grandes logros para la conservación de nuestro territorio.
La isla está ubicada a 400 millas de las costas de Chile y es la menos explorada del Archipiélago de Juan Fernández. Con poco más de 50 habitantes y una flora y fauna nativa, esta isla parece guardar el secreto de la felicidad: una virtuosa convivencia entre la comunidad y la Tierra.
Este grupo de surfistas visitaban la isla con un mismo objetivo: encontrar las mejores olas grandes. Sin embargo, lo que encontraron trascendió al deporte y se convirtió en una profunda experiencia de conexión con la comunidad y la naturaleza. Este viaje quedó registrado en el documental producido por Patagonia, “Los Plástico”.
“Si bien no encontramos las olas que buscábamos, descubrimos un tesoro real. Una comunidad de pescadores muy unida, muy consciente de sus recursos y que los protege de una manera que nunca habíamos visto”. – Ramón Navarro.
En 1966 fue cuando los habitantes de Selkirk asignaron este apodo a los extranjeros que llegaban a la isla, debido a que los visitantes traían consigo los primeros artículos de plástico que se registraron en el lugar. Desde ese momento, todos los foráneos que se asoman a la isla son denominados de esa manera, “plástico“.
Empezó a llamarse “los plástico” por las personas que llegaban a acampar y de visita. Cuando acampas, los más cómodo y fácil es traer cubiertos y herramientas de plástico. Pero luego, se iban y allí los dejaban. Así comenzaron a llamarle “plástico”, por todas esas personas que llegaban del continente…
Esta pequeña comunidad tiene unas 60 personas que viven en un lugar sin internet, ni teléfonos. Un pueblo generoso que lleva 120 años aprendiendo y conociendo lo que tienen, sabiendo que los recursos son limitados y por ello los protegen. Un ejemplo para el mundo entero.
“Hablamos de una comunidad de pescadores que está adaptada a un lugar muy inhóspito, donde ellos respetan la naturaleza de una manera que, si el mundo entero la respetase así, estaríamos en otro mundo”. – Ramón Navarro.
El surf fue la excusa para llegar a Selkirk. Las ancestrales enseñanzas de conexión, protección y equilibrada convivencia entre la comunidad y la naturaleza impactaron a este grupo de surfistas y les hicieron reflexionar en cuanto al verdadero sentido de habitar la Tierra.
“Finalmente, navegar por la gran ola no era el tesoro que debíamos encontrar. Teníamos que descubrir que una comunidad puede cambiar su propio destino reuniéndose y protegiendo lo que es más valioso para su bienestar y sostenibilidad” – Léa Brassy.
Selkirk tiene una tradición de armonía con el medioambiente. Los habitantes conforman una comunidad donde el compartir es el sustento principal, una forma de cuidarse uno a otros.
La pesca de langosta es su principal fuente de ingreso, pero lo hacen de una manera sustentable y amable. Hace muchos años que establecieron una talla mínima de extracción, sólo trabajan con lanchas artesanales, manejan sus vedas y son líderes mundiales en pesca sustentable. Según comentan, la pesca de Selkirk es la única de Sudamérica que cuenta con certificación del Marine Stewardship Council, una etiqueta ecológica que asegura una extracción bien administrada y ambientalmente sostenible. Hechos como estos, son los que ha llevado a esta comunidad a impulsar proyectos como la gran Área Marina Protegida de Juan Fernández y Desventuradas, que suman más de 800.000 km2.
“Hay muchas áreas protegidas en el mundo pero esta gran área marina que ocupa casi unos 800.000 km es una de las primeras áreas marinas protegidas que fueron impulsadas , desde el inicio, por la propia comunidad local. En general la mayoría de áreas protegidas son impulsadas por centros de investigación , por universidades, ong… Esto es de la comunidad”.
Un ejemplo que nos hace ver lo pequeño que somos en relación a la madre naturaleza y un ejemplo de comunidad que ama y protege su lugar.
“Nosotros hacemos presencia aquí y tratamos de cuidar la isla en todos y cada uno de sus aspectos”. – Ronaldo Contreras, pescador local.
Y es que , “los de los continentes” debemos aprender de iniciativas como esta, de islas aisladas que hacen lo que ellos hacen: proteger el tesoro más valioso, la naturaleza.
Si lo vemos realmente, todos somos afuerinos de este planeta.
“Me pregunto por qué hemos ido tan rápido en nuestro mundo, por qué ya no escribimos cartas de amor a mano, por qué ya no peleamos por lo que realmente importa: amor y naturaleza”, – Léa Brassy.
Foto de portada: Patagonia
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