05 Mar “SURFEAR OLAS GRANDES ES UNA ANALOGÍA DE LA VIDA”
La historia de un local de Punta de Lobos, de un surfer a quien las olas grandes le hacen crecer. Una historia de un padre que vive el sueño de surfear junto a su hijo, y la historia de un hijo que ha aprendido una gran lección.
Que una vida sin grandes sueños es una vida pobre, sin ningún sentido. Y que no sólo se trata de soñar, sino de perseguir incansablemente aquellos sueños.
Esta es la historia humana de Marcelo Ortega, quien ha contribuido a proteger Punta de Lobos y cuya labor medioambiental es inspiradora y un ejemplo para todos.
Surfer Rule: Eres local de Punta de Lobos. ¿Qué significa y representa para ti este lugar?
Marcelo: Es difícil definir el concepto de “ser local” porque si bien no nací en Punta de Lobos, considero pertenecer a este lugar. Hace 9 años me asenté aquí pero antes de ello, viajé durante 12 años cada fin de semana a este lugar. Era algo sagrado.
Recuerdo muy bien la primera vez que vine de visita. Cuando caminaba sobre el acantilado ya estaba maravillado, pero cuando llegué al mirador y desde ahí presencié Los Morros, a los surfistas corriendo olas perfectas y la inabarcable amplitud del Océano Pacífico, las sensaciones que me invadieron fueron sobrecogedoras.
Foto © @fariasmoreno.
Pasé varios minutos en silencio, absorbiendo la energía y la belleza del lugar. En ese mismo instante decidí que quería vivir, o mejor dicho, que necesitaba vivir ahí.
Siento que la decisión de vivir aquí ha sido la mejor que he tomado. Siempre me sentiré en deuda con Punta de Lobos, por todo lo que me ha entregado.
S.R: Te introdujiste a una edad relativamente tardía en el Big Wave. ¿Cómo fueron tus inicios? ¿Qué te empujó a esta modalidad?
Marcelo: Yo diría que bastante tardía. Crecí en Holanda, país de aguas planas, y aprendí a surfear con 35 años, cuando regresé a Chile.
Punta de Lobos es famoso por sus olas grandes y potentes e inmediatamente me sedujo esa modalidad. Si de verdad te sientes conectado con este lugar, surfear sus olas grandes es la mejor forma de fortalecer ese vínculo.
La adrenalina que te genera una sesión de olas grandes es incomparable. Comienza con la preparación antes de entrar al agua: mirar la ola, elegir la tabla…
Cuando llegas al point, viene el disfrute de ver a los surfistas bajar tremendos olones, y el nerviosismo de esperar tu turno y de elegir la ola correcta, luego la satisfacción de bajarla, o la angustia de caerte y revolcarte bajo el agua sin poder salir a flote. Después están las conversaciones con amigos, las anécdotas, recordando los mejores momentos.
S.R: ¿Cómo lo vives ahora? ¿Qué te aporta?
Marcelo: Cumplo 54 años en un par de meses, no corro las olas más grandes ni las más cerradas, esas son para los profesionales, pero si aún tengo la capacidad de bajar buenas olas y lo seguiré haciendo mientras el cuerpo me lo permita.
Me aporta lo mismo de siempre: sentirme realizado, feliz y agradecido de la vida. Si me das a elegir entre 10 sesiones de olas perfectas de 2 a 3 metros, o una sesión de olas de 6 o más metros, sin duda elijo esa única sesión.
Es lo que me más me apasiona, es cuando me conecto con los seres queridos que he perdido, es cuando me convierto en un pelícano y cuando el rugido de las olas me hace volver al vientre materno.
Foto © @fariasmoreno
S.R: Tu hijo en cambio con 17 años ya está surfeando big swells y quiere ser uno de los grandes. ¿Cómo se ve desde el lado paterno?
Marcelo: Mi hijo Manu tiene esa fortaleza mental que es necesaria para poder correr big waves. Nunca tiene miedo, pero ha aprendido a respetar el mar. Yo lo empujo a esforzarse a ser cada día mejor. Se que el big wave conlleva riesgos y si le pasara algo grave, me sentiría culpable de haberlo presionado. Pero por otro lado me tranquilizo diciéndome que es él quien quiere correr olas grandes y quien me pide que lo exija, que lo empuje.
Más allá de todo, hay un tremendo disfrute cuando estamos juntos en el agua. Especialmente cuando hay marejada, disfruto con nerviosismo verlo correr una ola grande.
Es el sueño de muchos padres poder surfear junto a sus hijos, y yo soy un afortunado de poder hacerlo varias veces a la semana. Soy un padre exigente, pero al mismo tiempo somos muy buenos amigos.
S.R: ¿Cómo fue su introducción al Big Wave? ¿Qué le has intentado transmitir de tu experiencia?
Marcelo: Manu es amigo de Diego Medina, uno de los grandes big wave riders de Chile. Un día me pidió si le compraba un gun porque quería aprender a surfear olas grandes con él.
Yo ahora siempre le recalco que tiene la mejor escuela posible, porque es un privilegio poder correr cada swell con Diego Medina, Ramón Navarro o Cristian Merello. Es muy estimulante compartir olas con los mejores y poder aprender de ellos.
Siempre le digo que correr big waves es la mejor forma de prepararse para el futuro, porque correr olas grandes es una analogía de la vida. Significa atreverte a enfrentar la vida, a tomar las decisiones correctas, lidiar con la adversidad y por sobre todo, volver a levantarte una y otra vez hasta que logres tus metas y tus sueños.
S.R: ¿Cuál te gustaría que fuese tu legado?
Marcelo: Lo que quiero es traspasar experiencias y enseñanzas a mis hijos, prepararlo de la mejor forma posible para enfrentar la vida. Cuesta hoy visualizar que el mundo va a ser un mejor lugar para vivir en el futuro, y ellos van a tener que desarrollarse en un entorno más hostil y para eso necesitan tener las herramientas.
Quiero que aprendan a crecer como personas íntegras, que sepan amar sin prejuicios, que sean personas apasionadas e inquietas, que persigan sus sueños y que en todo lo que hagan, siempre cuiden la tierra y el mar, que es nuestra fuente de existencia y de inspiración.
S.R: En una de tus publicaciones de Instagram, veíamos que ahora es él quien es un ejemplo para ti. ¿Qué has aprendido tú de él? ¿Qué te ha enseñado?
Marcelo: Estamos en distintos ciclos de la vida. Él con un hambre insaciable de crecer y superarse, yo buscando tiempo de reflexión, y buscando el morir satisfecho, sin temas pendientes. En este proceso, palpar su perseverancia, escuchar sus sueños y sentir su alegría, me dan mucha energía y ganas de seguir sacándole el jugo a la vida. Me enseña y me obliga a querer ser cada día una mejor persona.
S.R: Tu padre fue encarcelado por razones políticas. ¿Cómo te influyó a ti su figura?
Marcelo: Mi padre fue un soñador y siempre le tengo presente. En Chile soñaba con una sociedad equitativa, justa para todos, y trabajó sin cesar para lograrlo, hasta que llegó el golpe militar de Pinochet y para él todo se acabó. Estuvo 2 años en prisión y la única forma de salir de ahí era dejar el país, y así llegamos a Holanda.
Allí nunca fue feliz y finalmente murió de cáncer, pero yo sé que murió de pena, porque nunca logró aceptar el exilio. Para él su vida dejó de tener sentido el día en que se esfumó su sueño, cuando la dictadura de Pinochet aniquiló a miles de personas y por la fuerza impuso un modelo que cambió la forma de pensar y de ser de los chilenos.
Mi padre es una figura heroica y trágica a la vez. Heroica hasta los 32 años, hasta cuando cayó preso, y trágica hasta los 49 años, cuando falleció de tristeza. Me dejó una enseñanza simple, pero muy verdadera e inspiradora: Que una vida sin grandes sueños es una vida pobre, sin ningún sentido. Y que no sólo se trata de soñar, sino de perseguir incansablemente aquellos sueños.
Foto © @fariasmoreno
S.R: ¿Qué efectos tuvo su encarcelamiento en tu vida? ¿Qué te dejó aquel episodio?
Marcelo: Cambió completamente el destino de mi vida y la de mi familia, porque a los nueve años me fui a vivir a Holanda. Todo mi desarrollo como niño, adolescente y adulto lo viví allá, durante 24 años. Hasta el día de hoy me siento muy chileno, pero al mismo tiempo siempre miro a mi país desde una ventana, y yo estoy afuera y observo lo que pasa adentro, pero muchas veces también estoy adentro y me miro desde afuera. Es una sensación muy extraña, pero siempre trato de rescatar lo mejor de cada cultura e incorporarla a mi forma de ser. Podríamos decir que soy más chileno de corazón y más holandés de cabeza.
S.R: Tienes una relación especial con el País Vasco. Cuéntanos un poco de eso.
Marcelo: Una vez instalados en Holanda, comenzamos a conocer otros países y viajar por Europa. Un verano fuimos a Orio, un pequeño pueblo donde hice grandes amigos. Volví cada verano. Le tengo un tremendo cariño a la gente de Orio y del País Vasco en general, es gente muy cariñosa y generosa, que por su historia también llevan grandes sufrimientos en el alma.
S.R: ¿Qué recuerdas de aquellos años?
Marcelo: Mis recuerdos son de veranos en la playa, de caminar por el pueblo y comer besugo a la parrilla. Un pueblo pequeño en el que parecía haber más bares y restaurantes que casas. Lo que más me ha llegado ha sido el cariño de las personas.
Un lugar estéticamente bello puedo ser horrible si no hay historia, si no hay cariño y honestidad, y viceversa.
S.R: Siendo Presidente del Club de Surf de Punta de Lobos, promovisteis “Punta de Lobos por Siempre”y su conservación con un proyecto pionero del que Ramón Navarro fue la cara visible. ¿Cómo surgió, en qué consistió y que balance hacéis a día de hoy?
Marcelo: Me incorporé al movimiento cuando este ya estaba en marcha, pero me tocó vivir y aportar en todo el proceso. Trabajamos de la mano con Save The Waves, que nos enseñó a organizar el trabajo. La misión era poder proteger a Punta de Lobos, el acantilado, la ola, el acceso público. Mucha gente no entendía que Punta de Lobos estaba en riesgo porque desde siempre transitaron por ahí, pero no sabían que era un terreno privado. Fue un proceso con muchos dolores de cabeza, por razones económicas, por intereses personales, por un chauvinismo estúpido (“no queremos trabajar con gringos”) o por ignorancia… Una de las claves del éxito fue tener a Ramón Navarro dentro del equipo, porque en Chile él es una marca registrada. Su voz tiene fuerza y credibilidad.
Logramos, o mejor dicho, Ramón logró convencer a un privado que adquiriera la punta. Se realizó una campaña de crowdfunding, en conjunto con Save The Waves y Patagonia, que tuvo como punto culmine el lanzamiento de la película “El Hijo del Pescador” de Ramón Navarro. Una vez adquirida la punta, se traspasó el terreno a la Fundación Punta de Lobos, que hoy cuida y resguarda el lugar. Fue un gran aprendizaje y me quedo con la satisfacción de haber aportado un granito de arena a la preservación de este maravilloso lugar.
S.R: Pichilemu fue una de las comunas pioneras en promover una reducción gradual de las bolsas de plástico en coordinación con el comercio local, y finalmente se logró que la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, firmara un proyecto de ley que prohíbe el uso de estas bolsas en todas las comunidades costeras en primera etapa y luego en todo Chile. ¿Cuál fue el detonante de todo este movimiento?
Marcelo: No hubo un detonante exclusivo, pero si ha existido una creciente preocupación por el medio ambiente y fueron ciudades como Pucón las que comenzaron con la prohibición del uso de bolsas plásticas y luego siguieron otras comunas como Pichilemu.
Foto © @fariasmoreno
S.R: ¿Cómo fueron los inicios?
Marcelo: Cualquier medida que involucre cambios de comportamiento o de hábitos, genera en sus inicios descontentos e incertidumbres, pero creo que la adaptación fue muy rápida.
S.R: ¿Qué tal han acogido la medida los comercios?
Marcelo: Ha sido una acogida impecable. En Pichilemu fueron muchos los locales que se anticiparon al tiempo de implementación y dejaron de dar bolsas plásticas antes que se cumplieran los plazos legales.
S.R: ¿Y los ciudadanos?
Marcelo: Esto fue más complejo, porque a todos nos pasaba y nos sigue pasando que vamos a comprar y olvidamos llevar las bolsas de tela, y cuando llegas a la caja con un carro lleno, no sabes cómo llevarte la mercadería. Por ello a muchas personas les costó acostumbrarse al cambio, sobre todo a los turistas.
S.R: ¿Qué cambios se han producido en el proceso de compra? ¿Qué ha sustituido a la bolsa de plástico?
Marcelo: Por lo general la bolsa de tela, o la caja de cartón.
S.R: ¿Qué balance hacéis de estos primeros meses?
Marcelo: Que todos han aceptado la medida sin mayores problemas. Hay hasta un cierto orgullo de ser un país que se ha adelantado en este aspecto a muchos países europeos.
Foto © @fariasmoreno
S.R: En tu opinión, ¿cuáles han sido las claves del éxito?
Marcelo: Esta medida siempre se presentó como una oportunidad de cuidar el medio ambiente sin un gran esfuerzo, y fue apoyada por todos los sectores políticos. La presión social, la cohesión política y querer ser parte de este proceso fueron las claves del éxito. Aquí la ciudadanía ha comenzado a tomar consciencia del cuidado del medio ambiente y está dispuesta a hacer pequeños sacrificios.
S.R: ¿Qué queda por hacer?
Marcelo: Mucho, demasiado, pero veo con buenos ojos el futuro. Contamos con inmejorables condiciones para tener un país que funcione 100% con energía limpia. Chile debería poder tener en 20 años más una matriz energética 100% limpia. Es sólo un tema de voluntad política, porque la ciudadanía lo quiere.
S.R: ¿Qué futuras metas os habéis marcado?
Marcelo: Los últimos dos años no me he involucrado en proyectos grandes y he privilegiado la familia, pero tengo la necesidad de pronto volver a hacer algo que traspase el ámbito personal. Con Pepi, mi señora, tenemos una casita en el archipiélago de Chiloé, un lugar maravilloso en el sur de Chile, donde aún hay mucho bosque nativo y donde éste bosque se corta a diario para el uso doméstico, sea en estufas o cocinas a leña. Cada vez que veo que un hermoso trozo de madera nativa, proveniente de un árbol de 100 años, se mete dentro de una estufa, me duele el alma, así que creo que por ahí va mi próximo aporte.
S.R: A nivel personal, tienes tu propio negocio, un ecolodge en Punta de Lobos a 100m del mar, con una huerta orgánica, donde además producís vuestra propia miel y cremas faciales, entre otras cosas. ¿Cómo nació la idea de crear un espacio de este tipo en Punta de Lobos?
Marcelo: En los inicios el principal objetivo fue buscar una forma de sobrevivir en la playa. Tuve la opción de comprar el terreno a un buen precio e intuí que el desarrollo turístico tendría un buen futuro, y por eso decidí comenzar a construir cabañas. Más adelante conocí a Pepi, mi señora, y es ella quien ha aportado todo el tema orgánico, la huerta, la apicultura orgánica, y últimamente también se ha especializado en la elaboración de productos de cuidado personal, los cuales son 100% natural y están preparados con algas marinas de Punta de Lobos. Hoy, con los árboles crecidos, Loica se ha convertido en un lugar honesto, que proporciona bienestar y conexión con la naturaleza.
S.R: ¿A quién va dirigido?
Marcelo: Loica es para familias y parejas que aman la naturaleza y que buscan desconectar del día a día y disfrutar del mar y del campo. Contamos con una ubicación privilegiada y por esa razón nos llegan bastantes surfistas, pero muchos vienen solo por la tranquilidad y la belleza del lugar.
S.R: ¿Por qué el nombre Loica?
Marcelo: Loica es un pájaro típico de la zona, que se caracteriza por tener el pecho rojo. Cuando compré el terreno, había muchas loicas, así que el nombre surgió de manera natural.
S.R: ¿Qué tipo de experiencia(s) van a encontrar los viajeros que decidan alojarse en alguna de sus cabañas o departamentos?
Marcelo: Primero está la naturalidad de nuestro espacio, con acogedoras cabañas de madera, con muchos jardines y áreas verdes, con saunas y una zona de juego para los niños. Segundo, está todo el poderío de Punta de Lobos. Luego están los alrededores, con lugares como las salinas de Cahuil (sal artesanal), la cerámica de Pañul, el molino de agua de Roedillo. Y no menos importante, Pichilemu goza de una extraordinaria gastronomía.
El 26 de noviembre de 2013, la ONG mundial Save The Waves anunciaba que Punta de Lobos era reconocido como Reserva Mundial del Surf, y resguardar así su estado natural para siempre y sobre todo, la calidad de la ola de interés mundial.
Pichilemu, y labores como la de Marcelo deberían inspirarnos a luchar por el planeta en el que vivimos, sus olas y su naturaleza.
Foto portada y Punta Lobos : Farias Moreno.
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