17 Sep EL SURF EN COMUNIDADES EN VÍAS DE DESARROLLO
Ponemos sobre la balanza los beneficios que puede tener el surf en comunidades en vías de desarrollo por todo el mundo.
Sales de tu cabaña, caminas descalzo por un verde rodeado de árboles y pájaros exóticos y, de pronto, llegas a la playa. Hace calor y son las 6 de la mañana, las olas llevan bombeando dos semanas y el poco viento que hay hace que las olas se ricen y formen cavidades tubulares perfectas, tus favoritas. Los tres surfistas que han madrugado más que tú han viajado desde la otra punta del mundo para estar ahí y lo disfrutan relajadamente, los tres en bañador. Además, se alojan en el hostal de al lado y hace dos noches pudisteis compartir unas cervezas después de un baño en el mismo pico.
El Salvador, Indonesia, Costa Rica, México, Nicaragua, Brasil, Marruecos… Todos estos idílicos destinos podrían, sin lugar a dudas, encajar con la escena descrita, y es que todos los surfistas soñamos el año entero con esa escapada que nos da tanta vida. Vas a la tienda de surf a comprar parafina tropical y el dependiente te mira pensando “otro que se va a surfear en bañata…” Preparas tus tablas, bañadores, parafa, aletas, gafas de buceo y hasta el snorkel y te vas lejos, muy lejos.
Viajar y surfear están íntimamente relacionados ¿Quién no desearía surfear en todos los continentes? ¿O las mejores olas de cada país? Es un sueño, ciertamente. Sin embargo, hay una realidad oculta detrás de este tipo turismo que no debería ser dejada en segundo plano de ninguna forma. El impacto que puede llegar a tener el surf en comunidades en vías de desarrollo.
Cuando surfeamos en nuestro lugar habitual, tan lejos de esa playa de arena fina y olas nobles, damos por hecho una infinidad de servicios que están a nuestra disposición y que hacen que la experiencia pueda adecuarse a nuestras necesidades. La gasolina, los baños públicos en la playa, las papeleras, el sistema de alcantarillado, la cruz roja, los hospitales y ambulancias… Esta serie de factores, en muchas ocasiones, hacen que el surfista que desea viajar y conocer mundo se decida por un destino o por otro. Y esto, como cabe esperar, conlleva una serie de consecuencias.
Aquellas comunidades pequeñas que albergan surfistas en cualquier parte del mundo con una similitud digna de estudio, como normal general, suelen tener: dos o tres tiendas de surf, un centro médico, restaurantes con todo tipo comida occidental, puestos de fruta, un pequeño mercado o súper, alquiler de motos y coches… Muchos pensaréis: ¿y cuál es el problema? El problema no lo constituye la gran variedad de servicios que la comunidad ofrece al surfista, sino los pocos recursos que el gobierno ofrece al ciudadano local. Es una escena frecuente la de ver a un surfista comiendo un bowl de açai de siete dólares con una Hayden Shapes bajo el brazo, mientras dos o tres niños corretean sin zapatos vendiendo cualquier objeto a cualquier precio.
Recuerdo vivamente aquella vez que me encontraba en Centro América y se nos acercó un chaval de no más de diez años y nos vendió una hoja con forma de salamandra. Terminamos invitándole a cenar y nos contó que había emigrado desde El Salvador y que vivía con su tía a las afueras del pueblo, sin luz. Ese mismo pueblo en el que se encuentra una tienda de All Merrick idéntica a la que podrías encontrarte en California.
Este impacto cultural directamente motivado por el turismo hace que en la mayoría de las ocasiones lo que se reciba sea el hotel y su piscina, el restaurante y su menú detox, la tienda de surf y sus tablas de construcciones espaciales, las olas… Pero, sin embargo, lo que queda atrás es la escasez de medios de la gente local, la pobreza y falta de escolarización, el crimen, la prostitución y las drogas…
Las instituciones deberían tomar ventaja del sector turismo e invertir en aquellas comunidades que facturen grandes cantidades de dinero gracias a él. No podemos pensar que todas las comunidades están desarrolladas por tener una serie de comercios dirigidos al surfista. Los sistemas de alcantarillado, los baños, la sanidad, el agua potable y la luz deberían ser las prioridades de cualquier comunidad, y si además goza de la gran suerte de atraer turismo, estos factores de higiene (como diría Herzberg) deberían estar garantizados.
La lógica de pensamiento sería qué puede hacer el surf por el desarrollo, no qué tipo de desarrollo facilita el surf.
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