08 Oct EL HOMBRE QUE SURFEÓ UN TSUNAMI ES UNA LEYENDA Y SIGUE VIVO
Hace poco entrevistábamos a Felipe Pomar. Una leyenda del surf con una historia digna de conocer de principio a fin.
El mismo Felipe, surfista de olas grandes, durante el año 1974 surfeó un tsunami que no esperaba para nada. Una situación difícil que acabó convirtiéndose en una gran anécdota de su vida.
“De repente el mar se retiró”
Parecía un día normal en la vida de Felipe, quien iba a surfear junto a su amigo las olas que aquel día, no estaban grandes. Pero lo que parecía normal, de pronto se convirtió en extraño.
En aquella época, Felipe era uno de los pocos aficionados a las olas grandes. Una comunidad que ya tenía el deseo de “surfear la ola más grande”, por aquel entonces. Una comunidad a la que Felipe pertenecía.
Había tablistas en aquella época que querían correr la ola más grande del mundo. Yo estaba entre ellos. – Felipe Pomar.
Pocos años antes del “tsunami”, Felipe y sus amigos habían descubierto una ola en Perú capaz de generar olas de gran tamaño. Aquella ola se llama Pico Alto. Una ola que a Felipe, tras vivir en Hawaii, le encantaba surfear.
En Hawaii cuando las olas son grandes son difíciles de correr porque hay viento de playa que para la ola, y cuando la ola es enorme, prácticamente cuando la coges te estas cayendo al vacío. En Perú no suele haber viento de playa, la puedes coger un poco antes. Ese instante extra es el que te permite tener más control. Y tener control en estas situaciones es importante.
Durante su día a día, Felipe entrenaba por y para las olas grandes. Entrenaba con la idea de que un día, llegase las olas más grandes a Pico Alto y “poder correr la ola más grande del mundo”.
Todas las mañanas entrenábamos para eso. Salíamos a correr y nos levantábamos muy temprano. Durante cada entreno, mirábamos Pico Alto para ver si estaba grande.
Una mañana en el año 1974, Felipe y su amigo regresaron a casa del entrenamiento como un día cualquiera para coger las tablas e ir a surfear una ola que tenían justo enfrente de casa. Fue en aquel preciso momento cuando el suelo comenzó a temblar. Era un terremoto.
“Duró 1 minuto y 50 segundos. Fue muy largo, muy violento. En aquella época solo había dos escalas, y en la escala que hoy se conoce era sobre un 8, un terremoto muy fuerte”.
Y es que cuando la tierra comenzó a temblar, los nervios comenzaron a actuar.
“Yo intenté tranquilizarme, veía paredes y de todo, caerse. Como no acababa, pensé ¿que puede ser si no es un temblor? Pensé `¡quizás es el fin del mundo!´”
Pero una vez calmados los nervios y los temblores, lo último que a la mayor parte de los humanos jamás se le ocurriría, Felipe y su amigo lo hicieron: entrar al mar.
Cuando acabó, fui a buscar a mi amigo que había salido corriendo y le dije: “¿A dónde corrías, si es un temblor?” Y me dijo: “cuando era pequeño me dijeron que había que ponerse debajo de una puerta o irse a la mitad de la calle”. Cuando estábamos de vuelta a su casa me dijo, “¿Qué hacemos?” Y yo medio serio y medio en broma le dije: “Entremos al mar”. Y el me dijo: “bueno”. Entonces cuando me dijo eso pensé: “qué bueno que está dispuesto a entrar conmigo”.
“Allá nos metimos remando, las olas estaban pequeñas. Mi amigo, agarró la primera ola, regresó remando y me dijo, “quiero irme a la playa”. Y el dijo: “esa olita pequeña que acabo de agarrar me mantuvo debajo del agua mucho tiempo, lo cual es muy raro, entonces me quiero ir a la playa”. Entonces yo acepte, pero con la condición de agarrar una ola ya que tan solo acabámos de entrar al mar”.
Pero una vez allí dentro la cosa se empezó a poner fea. Una fuerte corriente comenzó a arrastrarles mar adentro.
“De casualidad me doy la vuelta y veo que me estoy yendo hacia atrás, entonces la cosa se puso fea. La corriente era tan fuerte que no podíamos volver a la playa. Entonces comencé a respirar profundamente, pensé “relájate porque vas a tener que tomar decisiones importantes”. El mar nos llevó kilómetro o dos mar adentro. Allí, mar adentro, había remolinos. Ademas había mucho viento, borreguillos. Y en lugar de ser de solo un pie, tenían dos metros de alto. Y en lugar de estar ordenados, no había ningún orden, venían de todos los lados al mismo tiempo. Era como un mar enloquecido. Mi amigo me dijo, “busquemos un barco””.
Pero por aquella zona que siempre frecuentaban, nunca habían visto uno. Atravesaron la bahía, para poder llegar y coger una ola en Kontiki y así estar más cerca de llegar a la playa, antes de que el tsunami llegase.
“Tuvimos la suerte de coger una ola. Fueron olas de tsunami. Porque lo que sucedió es que en la playa quedaron personas que se subieron a una elevación y vieron que en la bahía el mar se había retirado por completo, y la había dejado seca. Vieron cómo nosotros eramos arrastrados mar adentro. Luego cuando cruzamos, cogimos olas, olas de tsunami que llenaron la bahía de nuevo. Yo corrí la primera porque estaba un poco delante de mi amigo y el corrió la segunda”.
“Pero la ola que cogimos tendría seguramente unos 6 o 7 metros, así que el mar en 45 minutos se puso de 3 a 15 pies. En solo media hora. Pocos días después salieron fotos en el periódico de barcos en un pueblito cercano que habían aparecido en la plaza del pueblo. ¡El mar se había retirado y había traído de vuelta a los barcos! No había duda de que había tsunami. Nosotros no contamos esta historia por más de 10 años. Porque si bien el tsunami no mató gente, el terremoto mató a centenares o miles de personas, entonces una aventura que hubiese sido una historia interesante, para mi hubiese sido una falta de respeto a la gente que perdió la vida”.
Después de esta experiencia, Felipe pasó años sin querer entrar cada vez que el mar se ponía grande. Había estado toda su vida cerca del mar, y aprendió a tenerle respeto.
“Aprendí una cosa interesante, si eres un tablista y te pasas años de tu vida cerca del mar, acabas sintiendo una afinidad, sientes que el mar es tu amigo. Y la realidad del asunto es que esa es una sensación falsa. El mar no es tu amigo, tu puedes tener un sentimiento por el mar pero lo del mar no es recíproco, no tiene sentimientos contigo. Y eso me lo dejo bien claro”.
Fue un día estando en Hawaii, con olas grandes y perfectas cuando Felipe, tras un tsunami, volvió a surfear olas grandes.
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